6 sentidos 2: La desembocadura
El sabor, es el sentido que más se acerca a mi subconsciente. Será porque saboreo cada momento de la vida, cualquiera que venga, sea bueno o no. Me vienen al paladar los momentos agrios, los momentos dulces, los momentos amargos, los momentos melosos, los momentos ácidos, los momentos pegajosos, los momentos deliciosos… Si, para mí el día a día es como estar en la cocina de un gran chef, y es ahí donde el paladar me da información de cómo continuar mi camino, recordándome qué es lo importante y cuál es la mejor decisión a tomar.
Siempre aprendemos por el oído y por la vista, en el cole no nos enseñan a usar otros sentidos, solo a nombrarlos y saber para qué sirven. Entonces, cuando cerramos los ojos, y no hay ningún sonido alrededor, surge la magia. Surge el gusto por la grasienta comida de la abuela, por el helado de pistacho en aquella isla del Italia, por el jarabe que curaba la garganta, por la cerveza en vaso de plástico de aquel conciertillo, por la nicotina del primer cigarro, por los besos en general y por los besos a los que yo llamo veganos. ¿Qué cuáles son?
¿Alguna vez has besado a alguien en un ascensor? ¿Alguna despedida fugaz?
Es ese sabor indescriptible de ósculos que se agarran a la boca, a la garganta , a la lengua, y que el cerebro no para de recordar, ansioso y a veces cambiando alguna nota dulce por otra salada... la confusión del tiempo hasta que vuelva a ocurrir y se vuelvan a reajustar los PH´s y surja la magia de una receta de inigualable embocadura.
Aunque hoy me deleito aún con el chocolate negro puro con flor de sal de Guerande, bien recalado por un Chardonnay australiano que pillé por algo menos de 5€.
Buen final de semana si.