Ansiedad.
Siento una presión en el pecho y casi no puedo respirar, me imagino que mi corazón ha quedado obstruido por el vino y la grasa de la comida. Me pongo más nervioso, y siento más presión. Mis yemas de los dedos desaparecen, noto frío en ellas, como si se volatizasen. Voy por la A-8 a ciento sesenta kilómetros por hora, y mi pie no cede del acelerador del coche, es como mi pecho, rígido. Temo morir en un accidente porque me quede inconsciente por un paro cardiaco. Levanto el pie, mientras mis dedos ya han desaparecido de las manos, están helados y mis manos sudorosas. Por mi espalda corre un río de sudor en esa camisa blanca preparada para ir a ese lugar donde he quedado con ella, en el Viso Beach Bar. Quedarán unos veinte kilómetros para llegar y llego tarde y enfermo. El pecho, el pecho, me sigue oprimiendo, mis nervios suben, me agobio porque mi respiración se hace más lenta, o mejor dicho más corta. Mis pulmones no obtienen el oxígeno necesario de la sangre, y es por eso que mi corazón no reacciona. Me pincha, me oprime. Como aquella vez que llevaba una faja lumbar por prescripción de mi abuela, tras un mal movimiento al cargar leña en su casa.
No no no, no puede ser. No es posible que enferme hoy, en este momento. Que cuando mi suerte empieza a cambiar, mi cuerpo lo rechace. Me resisto a parar el coche, me resisto a bajar la velocidad. Esto debe ser una pequeña bajada de tensión, no más. Pero mis pies también se enfrían y ahora es mi cara la que tiene gotas de sudor, ese sudor frío del que mi madre siempre me ha hablado, ese sudor malo que augura desmayo. ¿Por qué? ¿Por qué? Si, es cierto que cené como un cerdo ayer. Si, es cierto que me pasé con el vino, pero que era un Juan Gil y no podía resistirme. Si, es cierto que me fume varios cigarros durante las copas. Si, también me bebí dos gin-tonics. Y si, no hago deporte desde hace un año. Estoy guapo, en forma más o menos, con algo de tripita pero estoy bien. Me gusto. Pero no puede ser que me descuide un poco, un poco, solo un poco, y pase esto.
Hoy. Hoy voy a ese lugar a encontrarme con ella. Ella lo es todo ahora mismo. Ella ocupa todo mi Whatsapp, mi mente, mis sueños y compartir con ella momentos es lo que más me importa. Tras no habernos visto en 9 meses, hemos coincidido de vacaciones en el norte, y es un privilegio haber sacado una tarde para nosotros. ¿Cómo le digo que no podré ir? ¿Cómo le cuento que soy un mindundi? Pensará que tengo miedo y que lo que me pasa es porque estoy mayor. Diez años más son diez veranos de ajetreos que llevo en mi mochila. Son diez Navidades de cordero asado en mi tripa. Son diez primaveras con alergia y con sinusitis en la mayoría de las mismas. Si hay algo de amor en ella hacia mi, algo de enamoramiento, algo de compasión, algo de amistad, desaparecerá esta tarde. Hoy nueve de agosto, me quedaré soltero para siempre. Porque ya no me gustará nadie más, ya que ninguna otra mujer podrá superar lo que ella me hace sentir. Es mi tentación, y además la admiro. Creo que es la mejor persona que conozco. Quizá si no se enamora de mí podremos ser amigos, seré su amigo infartado.
Mi vista se nubla y parece que mi corazón se para. Me adelantan todos los coches. Voy al arcén. Pongo las luces de emergencia. He parado. Y ahora cierro los ojos. Creo que moriré aquí en esta cuneta solo, y con ganas de disfrutar la vida. Con ganas de hacer lo que nunca he hecho. Vivir, quiero vivir…
-¡¡¡Miguel, Miguel!!
Oigo una voz de mujer nombrándome, como muy lejos. ¿Estaré ya en el cielo? Abro los ojos lentamente, y veo las luces de una ambulancia. Es una sanitaria uniformada.
-¡Hola Miguel! ¡Bien, has vuelto! Has despertado de este desvanecimiento. ¿Cómo te encuentras? ¿Mejor?
-Si estoy como flotando, pero bien. ¿He tenido un infarto?
-Ja, ja, ja. No.-dijo ella- Ha debido ser un ataque de ansiedad, y posiblemente acompañado por una mala digestión. Tienes las tripas haciendo una fiesta de sonidos, lo que puede significar que hayas tomado algo en mal estado.
-Tomé carne y marisco. Y vino, y más cosas.
-No te preocupes, mejorarás en breve. Has hecho bien en apartarte de la carretera lentamente y bueno, te dejo un suero para tu malestar digestivo. Y por lo de tus síntomas de ataque de ansiedad, como consejo enfréntate a aquello que tienes en la cabeza y listo. Se te pasará.
-Mil gracias-dije yo, mientras muy despacio me levanto de la camilla y me dirijo a mi coche.
Solamente tengo que desbloquear el móvil, y responder a una de las tantas llamadas perdidas de ella.
-¡Hola! Si, perdona. Soy un mindundi, ese es el resumen. Me ha dado un ataque de ansiedad y acabo de salir de un ambulancia. Si aún quieres verme después de mostrarte lo débil que soy, será un regalo- le dije al teléfono mientras me relajaba con la cabeza hacia atrás en el asiento del coche.
-Gracias por esperarme, y gracias por pensar que algo me debería haber pasado para llegar tarde a la cita. Allí estaré en unos minutos. Pídeme un “Aquarius”, que soy un deshecho humano. Aunque este “piltrafilla” está deseando verte.- le dije con un escalofrío de felicidad.
Ahora me siento mejor. Ahora me he mostrado. Voy a ponerme una camiseta que tengo en el maletero y en unos minutos podré mirar con una sonrisa reflejada en mi blanco careto, a la mujer de mi vida.


I drive an ambulance. For money, you understand. But here I have a disheveled person who speaks of eveything and nothing. They claim to be a mindundi and I'm not sure I believe them. Perhaps they are a movie star and trying to hide their drunken identity. Miguel? Miguel Herrán? Miguel Ángel Silvestre? They aren't convincing. So I will say this: I have given them mouth-to-mouth recusation. They have recovered enough to walk sideways down the highway towards the sea. I am paid either way.