— ¿Qué tal el cole hoy María? — dijo Sandra, su madre.
— ¡Bien mami! Casi no hemos dado cosas rollo, porque hoy tocaba plástica, tocaba música, y educación física.
— Entonces un día redondo, ¿es así?
— Solo falta la cena en forma redonda, eso cerraría un día súper
— Hacemos pizza, ¿no? ¡Ja, ja, ja! Día redondo con comida redonda.
— Vale voy a terminar los deberes y te ayudo, mami.
Sandra se dispuso a limpiar toda la superficie que ocupaba la gran isla central de la cocina. Fue un capricho del padre de María. Él quería todo a lo grande, y todo en su sitio, como ella. Desde que empezaron a salir hasta la firma del divorcio, Sandra no había engordado ni un gramo, siempre bien peinada y perfectamente vestida, aún saliendo a sacar la basura. Eso la llevaba a un lugar de desafío constante de ser la niña buena, con el tono de voz adecuado, con la ropa bien planchada y con excelentes resultados en el trabajo. Eso la llevó al divorcio. En las últimas sesiones de terapia de pareja ella confesó que necesitaba sentirse segura con todo lo que hacía y también reconocida en positivo, cosa que como madre y esposa echaba de menos. No había recompensa en lo cotidiano, pero si en el trabajo. Era por esto por lo que se había dedicado al trabajo que era la responsabilidad número dos, y por supuesto a su hija que era el número uno. ¿Dónde quedaba su marido? Al final de la lista, y al principio de la lista de su vecina Paula, con la que tenía un romance desde hacía más de un año desde que se separaron. Esa vecina a la que no soportaba antes de enterarse del affaire, y ahora aún menos. Desde ese mes de mayo no se hacía moños altos por el simple hecho de recordarle a la que antes vivía puerta con puerta.
Rememorando los momentos de viernes de pizza, se puso nerviosa y una lágrima desembocó hasta la comisura izquierda del labio. La llevó a sentirse muy sola. Muy delgada, muy resolutiva, muy lista, muy guapa, pero sola, sin Andrés.
— Mami, bajo en unos minutos que estoy acabando con mi pelo, esta herencia tuya enmarañada y difícil de controlar,
— ¡Vaaaale! Voy cortando ingredientes.
Cogió la tabla más grande que tenía en los cajones de la isla y se dispuso a elegir entre mil verduras, mil sobras y mil especias.
Mientras pochaba la cebolla lentamente, cogió la masa preparada de pizza y el cuchillo grande para clavar su punta y abrir el plástico protector. El cuchillo resbaló en esa pequeña porción transparente y rebotó en la encimera, de tal forma que, haciendo un baile de noria de feria, giró y su punta vino a clavarse en el pie desnudo de Sandra.
Casi sintió más el golpe, que el pinchazo. Y cuando el cuchillo por el peso de su mango volvió a tumbarse sobre el suelo, una mancha roja empezó a cubrir la cerámica marroquí que eligieron al construir la casa.
Entre la huida del grito y el coraje de ponerse algo ahí, pasaron como tres horas por sus neuronas. Con su delantal cubriendo el empeine y un dolor que le partía la garganta, empezó a pensar en lo que podía haber ocurrido con las partes interna de su pie.
— ¡María! ¡María! ¡Por favor, ven rápido!
— ¡Espera mami! Estoy hablando con Pedro sobre el trabajo de cono.
— ¡María! ¡María, por favor! ¡Es urgente que bajes!
Empezó a sentir el dulce mareo que provoca perder sangre. Es como deshincharse despacio, como un globo con un ligero pinchazo, que tan siquiera se oye como se escapa su aire. Temía que no pudiese llegar hasta un médico, y lo que le resultaba irrisorio era morir cortando una bolsita de base de pizza, no podía ser menos glamuroso.
María bajó las escaleras canturreando y su corazón empezó a intentar escapar por su esófago, experimentando el abrazo de la tundra. Sus pupilas eran rojas como la sangre que reflejaban.
— ¡Mami! ¿Qué pasa mami? ¡Dime!
— Cariño, se me ha caído el cuchillo en el pie, me ha debido cortar algo más que la piel, porque no paro de sangrar. Lo he liado en el delantal que me resultaba más sencillo de anudar. Por favor, llama a una ambulancia, no podré conducir en este estado, además llueve muchísimo.
— Mami, no puedo coger mi teléfono. El control parental, ¿recuerdas? Y el tuyo, ¿dónde está?
— Justo aquí, a mi lado. Ponlo frente a mi cara para desbloquear.
— Voy.
María lo puso frente a la cara de su madre varias veces, pero no podía desbloquearlo.
— Mami, me pide un número.
— 658700
— Ahoooora. Si. ¿Qué hago?
— Marca 112
María estaba temblando, su frente era sudorosa, a sus doce años lo más tenso que había vivido fue copiar en el examen de Lengua el año pasado, y decidió tras recibir la nota, declarar que había copiado.
Ahora se enfrentaba a algo más serio, a algo de vida o muerte, a algo que podía cambiar todo lo que conocía hasta ahora.
— ¿Sí? ¡Buenas tardes, digo noches! Tengo a mi madre en el suelo con el pie cortado y con mucha sangre, y yo estoy cagada de miedo, creo que se va a morir, ¿pueden enviar una ambulancia?
Se hizo un silencio de segundos equivalentes a horas.
— Si, es mi madre.
— No, no está mi padre, estamos solas.
— Tampoco ningún novio.
— 48 años.
— Está despierta.
— Si vive sola y se separó hace tiempo.
— En el pie, con un cuchillo, estaba preparando los ingredientes para hacer una pizza.
— Si, mucho, el delantal que lo cubre ya está ensangrentado.
— ¡Ok! Lo intentaré. Les espero.
María siguió las instrucciones que le habían dado desde el teléfono, para poder parar la hemorragia.
— ¡Mami! ¡Mami! ¿Te has dormido? ¿Mami?
— Cariño, no tengo fuerza, llama a papá y dile que le quiero, y que todo lo que nos ha pasado ha sido por mirarnos más a nosotros mismos que al otro. Pero que siempre estará conmigo. Es el padre de la persona más maravillosa que conozco, que eres tú. Te quiero María, muchísimo. No se cuanto aguantaré consciente, así que se fuerte, y sonríe todos los días de tu vida, incluso ahora. Eres preciosa por fuera y por dentro… y…
— ¿Mami? ¿Mami? No te duermas mami.
María desató y volvió a atar como le habían dicho. Anudó por donde debía haberlo hecho su madre cuando se cortó.
De repente oyó el timbre y vio las luces de colores que anunciaban esperanza. Era como si la responsabilidad de la vida ya no fuese suya. Y así ceder el espacio sanador a otro, para eximirla incluso de la tristeza que sentía en ese momento.
Abrió la puerta y un equipo uniformado atravesó la entrada hasta la cocina, siguiendo a María.
— Lo has hecho muy bien— dijo uno de los sanitarios— Vamos a intentar salvar a tú mamá.
María volvió a coger el teléfono y marcar el 658700, llamando a su padre.
— ¡Papi! A mami se la llevan al hospital, porque tiene un corte de cuchillo en el pie y ha sangrado mucho, y está como dormida, y yo tuve que llamar al 112 y tengo que darte un mensaje.
— Papi, mami te quiere muchísimo, y a mi también. Es la mejor mamá que una niña puede tener. Y es cierto que os odio por no estar juntos, y a ti especialmente por la nueva novia que tienes. Pero ahora entiendo que significa amar y que significa respetar lo que hay. Así que, te pido que vengas a casa a por mí, y que me acompañes al hospital. Sea lo que sea lo que pase, necesito un abrazo.
María colgó mirando como los sanitarios ejecutaban el masaje cardiaco a su madre. Miró el reloj y deseó estar sacando la pizza del horno.
this piece had a strange result for me. in the beginning especially about how mother was in a bad position. I could see my mother surrounded by stacks of dirty dishes from making dinner for the six of us. i felt bad for her and would try to help. if i broke a dish while helping, my father would beat me. i still have difficulties hearing out of one ear from his hitting me so hard. i did not like my father, who, even on his deathbed managed to insult both me and my wife. but for some reason this writing forced me to see something i had not considered before - how did marriage become what it was then and still is for some now. i'll tell you what i see: my mother surrounded by piles of dishes, on one hand. And now, for the first time, i see my father surrounded by piles of his dead friends on a battlefiled. Yes, he survived, but the rest of his platoon all dead. should I have had more understanding and compassion towards my father? he didn't teach me those things. my mother did. but I wasn't very good at it. so, now i must reconsider a life of hating my father. that is what has come up in my mind. i love your inspirational writing, Sagrio. you make me think.