El juego del calamar.
Hay una serie en Netflix y además un reality. Viendo un trozo de uno de los episodios en el que hay concursantes reales y evidentemente no mueren como en la serie, sino que se eliminan, he reflexionado sobre el miedo. He visto a una chica llorando porque iba a ser eliminada, y he pensado, bueno, tampoco ha perdido nada, simplemente no gana, pero vamos, su vida seguirá como antes. ¡Cuánto miedo! ¿A qué?
Aunque en la vida, al igual que en el reality, la competitividad, la supervivencia, la ambición, la traición, la mentira, la infidelidad, el respeto, la incoherencia, los valores, están representados o ausentes en cada prueba a superar.
Con ello he pensado en la vida como en una peli, como la observadora de lo que me ocurre, sentada en una butaca de cine, viendo una gran pantalla conmigo como prota. De vez en cuando rebobino al pasado, y como en los flashbacks, siento nostalgia, a veces angustia, y en otras ocasiones alivio. También me pongo nerviosa y quiero averiguar que pasa después e intento adelantar la peli, pero no funciona, solamente en mi imaginación esperanzada a veces o tremendamente pesimista otras. Y así me siento como una de los concursantes, donde he superado las pruebas hasta el día de hoy, donde no puedo saber qué me depara el futuro, pero consciente que todo esto es un juego. Juego en el que participo cada vez más consciente de disfrutarlo, aunque me toque la galleta con forma de paraguas, o me toque esperar un turno en el que peligra una eliminación.
Siento que muchas veces he llorado como la chica de la prueba, muerta de miedo. Percibo que ahora soy más resistente, aunque sigo identificando mis sombras y mis propias creencias limitantes. Lo que si creo es que cuando superas muchas de esas pruebas, muchos de esos miedos, muchas de las etapas que marcan un antes y un después en tu historia, nacen otras barreras más potentes, nacen otros miedos más grandes, que tan siquiera se si definirlos como tal.
Y como dato curioso, cuando me pongo a mirarme desde la butaca, toda aspereza se alivia, observo desde lejos y confirmo que todo es relativo, que hemos venido a jugar, que somos como un avatar. Cuando esto ocurre, también ocurre la magia, y todo cambia, el plano varia, el viento sopla a favor, porque no puede ser de otra forma, porque en realidad el viento ni existe y siendo creado por nosotros mismos, evidentemente soplará hacia donde queramos.
Es complicado expresarlo con palabras, porque las palabras a veces no están bien definidas o no existen aún. Pero para eso sirven las pelis, las series, los cuadros, los libros… para metáforas de la vida y para entenderla con los sentidos humanos.
Buenas noches ;)