
Siempre digo que hay pocas cosas que me den miedo, pero las hay, claro que las hay. Y yo los atribuyo a las partes de mi niña interior, de esas veces que necesitas protección y no hay nadie que te de un abrazo. Esos son mis miedos que llamo corporales y que los puedo relacionar con las fobias.
Entre ellos, tengo uno desde que tenía 6 años, y es el miedo a las tormentas. Cuando visualizo los rayos y escucho los truenos, no puedo evitar contar los segundos, y relajarme sólo un 1% si sé que están a mas de 5 segundos. Suspiro y vuelvo a contar y así hasta que se aleja. Si estoy acompañada o en el trabajo, trato de no meterme debajo de la mesa, y si estoy muy bien acompañada me abrazo a la persona que tengo al lado y me tranquilizo. Adoro la naturaleza, pero la fuerza, el ruido, la incertidumbre y la electricidad, recorre mi cuerpo y hace que me sienta especialmente pequeña y vulnerable. El cuerpo reacciona, y va a su bola, sintiendo frío, temblores, y fluyen las nauseas. He de decir que hoy en día, si nos cruzamos durante una tormenta, ni me lo notarás, aunque me muera de ganas de acurrucarme bajo la mesa.
Luego están los miedos que yo llamo de cerebro, es decir, más racionales y calculadores de consecuencias. Entre los míos está la velocidad, no puedo evitar sentir pánico cuando otro conduce y va demasiado rápido. Empiezo a imaginarme curvas cerradas, baches inmensos y el coche dando vueltas de campana. Podría añadir que el miedo a volar está aquí, pero es más bien una fobia, aunque tras muchos kilómetros de vuelo, está más que controlada.
Podría añadir el miedo adaptativo, pero este para mi es un disfrute. Es el miedo a situaciones nuevas, o a entrar en un sistema nuevo. Ese miedo a encajar, realmente a mi me da igual. Ya no siento vergüenza, yo creo que gracias a mi abuela Carmen, que decía: “Con la vergüenza ni se come ni se almuerza”. Y es así, no sirve para nada, porque el peligro (no me digáis que no) no es el mismo que el de la velocidad, es decir, qué cosas te pueden pasar si te equivocas, si tu clan es otro, si no entienden lo que piensas… ¿Qué más da?
A veces confundo este miedo con el miedo social, relacionado con la preocupación por cómo nos perciben los demás. Quizá miedo al rechazo, la crítica o la humillación en situaciones sociales. El “qué dirán” famoso. Es como tener un pequeño juez interno que te dice "¿Y si haces el ridículo?" cada vez que intentas hacer algo nuevo o diferente.
Este miedo puede hacer que te pongas nervioso en situaciones sociales, como hablar en público o incluso vestirte de cierta manera. En resumen, es dejar que la opinión de los demás influya demasiado en tus decisiones y comportamiento.
Tomar el control y soltar el control. Así he manejado la mayoría de mis miedos. He tomado en control, o más bien, me he enfocado, en lo que me importa, en lo que me gusta, en mostrarme como soy, sin demasiadas caretas. Siendo honesta, en cualquier ámbito, e intentando encontrar un camino sano, a cada paso que doy. En mi área de influencia así lo he hecho.
¿Y que ocurre con lo que escapa de esa área? Pues que no puedo controlarlo, y lo suelto. Yo no piloto el avión, yo no conduzco el coche, yo no soy los demás ni su opinión, yo no me avergüenzo de mi ni de los demás.
Yo soy lo que ves, y cada día intento mejorar, incluidos mis miedos.
Y así tal como eres, eres maravillosa...🤍✨
Estoy pensando que, tal vez, el compartir nuestros miedos traiga una parte de compromiso de mirarlos para minimizarlos. Un abrazo.