Hay algo que rompe abruptamente en mi sensibilidad…Es el ruido. Por eso cuando hay muchos aplausos me tapo los oídos. No me gustan los conciertos, donde se unen las voces, los coros y la música cerca de un altavoz.
Hoy la vida me devuelve, que solo la puedo controlar en parte. Y que tengo que asentir a que vivo con más gente, que lo de vivir en sociedad es un porcentaje, y que todos no vemos el respeto hacia el otro de la misma forma. Yo soy la primera que me culpabilizo de a veces cruzar a la incomodidad del otro.
¿Qué ha ocurrido que me haya hecho reflexionar esto? Pues aquí escribiendo desde este vagón, que ha parado en Villanueva de Cordoba por unos minutos, y entrando olor a tabaco, como si fuese aquí a mi lado quien estuviese fumando, he decidido escribirlo para así poder evadirme del pensamiento puramente crítico e irme a un lugar más práctico.
Si, en este vagón con capacidad para 40 pax, estoy pensando que es la peor experiencia con otros humanos que he tenido. Gritos, carcajadas guturales, niños desperdigados como si fuesen caballos desbocados, olor a todo tipo de flujo corporal mezclado con ganchitos y Mahou clásica (bote verde), disfraces de guardia civil para una despedida de soltero, disfraces de flamenca para una despedida de soltera, y todo aquí y ahora. He recurrido a los cascos para oír música y salirme de aquí. Llegaré sorda porque están con el volumen casi a tope, y la canción Home de Morgan que me taladra el tímpano a través de mi Spotify ya no me parece bonita, sino entendible.
Enfado, eso me viene, me enfado con la ausencia de respeto, de empatía y de colaboración de nuestra especie. Es cierto que el ser humano es extraordinario, pero justo ahora la emoción me nubla.
Cambia la canción en la playlist y aparece Vitamin C de CAN, y sonrío, me evado. Recuerdo cuando la escuché por primera vez en la serie Eric y me gustó porque es caótica. Y vuelvo a sonreír mirando al caos que me acompaña. No hay culpables en el caos, el universo es así, expandiéndose en la camino más fácil. Y eso hacen los que me están rodeando, se van a otro lugar más fácil, con menos carga, más fructífero y con menos coste. ¿Qué más da el otro? ¿Qué importa el resto si yo necesito salir y gritar y reírme?
Sigo sonriendo y les miro con más dulzura. Ellos jalean y yo sigo con la musica, vibrando por dentro y escribiendo hacia fuera.
La vida es bella en si misma, y las aristas son solo separaciones de capítulos en las que a veces nos enredamos, sintiéndonos en la carencia, en lo que nos falta, en los que nos incomoda, en lo que nos duele. Pero centrándome en la abundancia, mola viajar en tren con tus compañeros, mola poder escribir y que alguien te lea, mola poder escuchar cualquier música en cualquier lugar, mola mirar y no juzgar, mola mirarse, mola corregir, mola positivizar, mola relativizar, mola reír hasta llorar, mola sentirse vivo.
El tren ha parado, bajo de él, y publico este post.
Sigo sonriendo y ahora escucho Coyotes de Travis Bird… cerca de casa.
Playlist link
Me encanta 😍
I have missed your writing! You add dimension to my life.