¿Embarazada?
Volamos hasta una fiesta a otra ciudad, enganchadas con unos mosquitos macarras en el motor de una camioneta de Bofrost. Alaymedia se bajo del tirón, en un lugar con neones en los que se podía leer Del Gallo Blues. Tenía pintaza la verdad, y yo sucumbí a sus deseos, porque me pareció un plan sexy. Los neones me volvían loca, me hipnotizaba con ellos, y me deshinibía si había algún color rosa Barbie. Este local murciano tenía todos los ingredientes para que no parase de aletear mientras sonaba Vagabundo (na na na na ná).
De repente, allá en el fondo, noooo, una mosca de la fruta, ufff, una ceratitis capitata macho, con las celdas de sus ojos mega brillantes. Mis 2 alitas no eran capaces de hacer un vuelo correcto. Y ahí recordé todo lo que me dijo mi madre cuando sintiese un pequeño enamoramiento. Debía revolotear alrededor, aunque posiblemente él revolotease sobre mí, y de ahí experimentar su olor, y si era guay, pues entonces quedarme muy quieta.
Eso hice, y Oscar (así me dijo que se llamaba) bailó alrededor mío, zumbando sin parar, y soltando toda su burda imitación humana de AXE con un arte que ni Chayanne en concierto. Embriagada por el neón, la música y feromonas por doquier, me quedé quieta como La Niña de la Plaza de las Flores en la fuente.
De repente y como si lo anterior fuese un sueño, Alaymedia me zumbó en el oido. Y mientras se oía Nochentera y los humanos bailoteaban, yo desperté con un wooow, y una carcajada. Alaymedia me pidió que fuese con ella a probar los restos de Tiradito de vieira con mango y yuzu que había al fondo de la terraza.
Tras ponernos las botas dormitamos en la parte de abajo de una mesa hasta que me entraron ganas de vomitar. Volamos en busca de algún autobús que nos llevase a la costa. Ese viaje fue como si estuviese comiéndome los restos de miles de bocadillos, porque no paraba de hincharme. Y de notar movimientos en el segmento abdominal. Entonces puse mis dos patas traseras intentado acariciar las alas, y no pude. !Estaba embarazada! Los humanos pueden decidir muchas cosas antes de engendrar, pero yo, una mosca común, enamorada 10 minutos de un machito de la fruta, lo único que podía hacer era buscar un buen lugar para evacuar los cientos de huevos que llevaba conmigo desde Murcia. Al menos podría decidir que mis hijos fuesen cartageneros. Al menos eso. Y también decidir dónde se convertirían en maravillosas mosquitas, ávidas de vivir como su mami. Lo más triste es que no conocerían a su padre, pero en sus 5 minutos primeros de vida, yo les imitaré su zumbido, el zumbido que me enamoró.