Creo que ya no cometo errores, es broma, los tengo a puñaítos, pero ya mi mente no los clasifica como tales, sino como pequeñas cosas mejorables.
Durante muchos años he tenido miedo a cagarla. Incluso pensaba que si preguntaba anunciando mi ignorancia, mostraba mi pavor ante la equivocación, y mi lado más vulnerable. En realidad, no preguntar era mostrar ese lado más aún, pero no era consciente.
Así que entre subidas y bajadas de adrenalina, la cara se me ponía roja y el corazón recorría la ruta del bacalao en unos minutos. Una incomodidad gigante, que no se borraba, porque cuando sentía el calor en los mofletes, más roja me ponía. Un sinsentido.
Recuerdo cuando empezó a cambiar todo. Tenía que hacer una presentación y no me preparé lo suficiente, y me puse muy nerviosa, tanto que no se me entendió nada. Me dieron feedback hasta en el pasaporte, y me agobié muchísimo. Me pregunté cómo era posible que grabando audios en el radiocasete de mi hermano (ahora se llaman podcasts), escribiendo cuentos, hablando por los codos y vendiendo de todo, fuese incapaz de relajarme cuando iba a tratar cualquier tema en público. Me encontraba mal físicamente, náuseas, malestar, y una decepción de mi misma, como si hubiese hecho algo terrible.
Iba conduciendo hacia casa, y se me cayeron algunas gotitas saladas de los ojos. Estaba destrozada. Comencé a sonreír oyendo la canción de David Bowie “Space Oddity”, justo en el trocito que dice “Ahora es momento de dejar la cápsula si te atreves”. Ahí cogí el error y le di la vuelta cual tortilla. Solté el miedo. No solo de eso, de casi todo lo que me hacía encoger el estómago. Paré el coche y fui consciente de la dualidad de las decisiones, de la dualidad de la vida. Y sonreí pensando que no había nada malo cuando las cosas salían con error, no pasaba nada por equivocarme, no pasaba nada por medir 1,60, no pasaba nada si pronunciaba regu en inglés, no pasaba nada si a veces no sabía la respuesta, no pasaba nada si permanecía mi esencia. Porque no nos equivocamos, solo vivimos como humanos.
Cuando reconocí esto, tapé mis miedos, y provoqué vivir, trabajar, amar, sentir, reír, y disfrutar mucho más. Sigo cometiendo errores, muchos, muchísimos, pero no me juzgo, solo ajusto las tuercas, y lista para el siguiente round.
Hace años que sonrío más.
Me ha encantado, que gran poder te da pensar como dices