Podía haber comenzado mi viajecito, portando una maleta amarilla. Pero es que no cabe tanto como la que llevo, declarándome culpable de ser a veces un poco ansiosa, y llevar “por si acasos” para varias semanas. Así que la susodicha con ruedas es negra, y es la de siempre. Porque las cosas de siempre del armario, del cajón, heredadas, son adorables y dan cierta paz y seguridad. Son viejunas y confortables, son útiles de andanzas y tiras de ellas para que no te fallen. Como los amigos de toda la vida, siempre disponibles para cualquier imprevisto, dándote seguridad y confianza.
Nunca he estado en Vietnam, y tengo el corazón dividido, porque quiero ir con mi familia, y porque esta semana es la feria de Abril en Sevilla… me pierdo mucho y sin embargo gano mucho. Me voy con gente que apenas conozco y eso mola, aunque cada vez me cuesta más lo nuevo, he de decir.
Esta mañana, mientras llegaba a la estación de Santa Justa, intentaba recordar cuando fue la última vez en la que me puse nerviosa viajando. Me ha costado. Quizá cuando viajé a Kenia antes de la pandemia, que fui sola. Pero nada comparable con los nervios de aquellas mañanas de finales de agosto, cuando nos íbamos a Oropesa mis hermanos y mis padres en un Renault 8. Eso si eran nervios que no me dejaban dormir por la noche. Cuando subía por fin al coche a las 6:00 de la mañana, me quedaban horas de nerviosismo hasta la llegada. Teniendo 4 años, y como aprendí muy pequeña a leer, iba relatando todos los carteles, fuesen publicitarios o de indicaciones de tráfico que era capaz de ver.
-Motilla de Palancar, Cuenca, 120, prohibido 80, se venden ajos, Bar el Frenazo, prohibido adelantar, se puede adelantar, línea discontinua, bienvenidos a Almansa, Bar Juanito…
O eso o vomitaba, porque me mareaba de tanto nervio y tanto leer. También estaba el ingrediente de que me aburría muchísimo, y claro tenía que cubrirlo preguntando y curioseando por la ventana. Tanto preguntaba, que me aprendía todos los pueblecitos por los que pasábamos de un año para otro. Si había cambio de planes en cuanto al destino vacacional, miraba en un mapa de España que teníamos colgado en una pared en la cochera y me los aprendía antes, incluso las carreteras y los desvíos. Para mí la guía Campsa fue el mejor invento antes del GPS, unos años después.
Así que ahora, yendo hacia un destino exótico, no me pongo nerviosa. Eso me ha hecho preguntarme que es lo que me altera emocionalmente. Lo que me remueve es la salud de mi familia, de ellos no la mía, y las injusticias. En el caso primero me pone triste y vulnerable, y en el segundo paso a la ira. Estas cosas me revuelven las tripas.
Todo lo demás es más que llevadero, el esfuerzo en el trabajo, madrugar, viajar, ser madre, ser esposa, ser amiga, los grupos de whatsapp, los proyectos, los hobbies, las lecturas, los mini sueños semanales y que vayas a un restaurante y no puedas comer veggie. Todo es llevadero.
Además acompañada de unas vistas maravillosas camino a Madrid, unas vistas verdes, debido a las últimas lluvias. Dan ganas de no parar de respirar jamás.
Continuará.
Buen viaje!!!
deseando leerte de nuevo