Manos ensangrentadas.
Necesitaba estar cerca de algún hombro donde llorar, o donde reír. Tras no conocer a ninguno de mis primeros hijos y tras perder a Alaymedia. ¿Qué sentido tenían las 2,5 semanas que me quedaban de vida? Llegué hasta Las Negras en Almería, colándome en un coche alquilado de Sixt. Olía a tabaco y a alguna yerba más. Deseaba ser humana para fumar y vestirme de rosa Barbie, aunque lo que me llene en este momento sea reírme con Peli (se llama así por un pelo blanquecino que tiene en la trompa)
Peli apareció medio ebria en la terraza del restaurante Casa Pepe, acechando unas croquetas de queso cheddar. Ella vivía desde hacía 5 días en un contenedor verde cerca del núcleo urbano. La conocí poco después de nacer, era maravillosa y me entendería.
Cuando me vio aparecer saltivolando me llevó hasta su contenedor, para ponernos al día y que yo pudiese descansar. Del contenedor sobresalía un brazo humano con arañazos y sangre. Yo la miré y ella solo vio la posibilidad de alimentarse de las zonas dañadas, como un gran manjar. Dejó de chupar sangre cuando llegaron 6 policías y varios señores más en coche. Sacaron a una chica pelirroja de unos 30 años, con el rostro irreconocible. Y casi me quedo tuerta de un sector ocular, cuando vi que llevaba una tarjetita de Del gallo blues espachurrada en su mano izquierda. Quizá yo pueda saber quien, quizá la vi bailando allá.
Debía pensar e intentar recordar mi noche murciana allí. Sobre todo antes de conocer al padre de mis hijos. Quizá yo fuese la clave para averiguar qué le había pasado a esta humana, o quizá saber quién le había hecho aquello. Pero estaba claro, bajo mi punto de vista mosquil, que la habían asesinado, y probablemente yo me hubiese posado en la mano de aquel asesino cruel, mientras escuchaba la canción Wish You Were Here de Pink Floyd.
Solo tenía que echar marcha atrás a mi cerebro, como hacen los humanos que van a terapia. Y en ese lugar lejano encontrar al que llevaba las manos ensangrentadas. Aún no sabía como comunicarme con los humanos maderos para enseñarles las evidencias que ellos no son capaces de ver. Pero egos aparte, me apetecía una mierda consolar a Peli por tener un asesinato cerca, porque sería como si yo no tuviese derecho a mi duelo. Aunque yo quería buscar las manos ensangrentadas que se habían aprovechado del poder humano de retirar la vida a otro ser. Me venía a la cabeza unas luces de neón con un. “Martita la detective detectora de crímenes”