Me encantan las personas
Darse cuenta de lo que te rodea a veces es difícil. Revisar la agenda, las cositas pendientes, el correo, el médico del peque, el dentista, el cumple de nosequién, el whatsapp, el curso de marzo… de ahí hasta alisarse el pelo tras la ducha. Con tanto que hacer, casi lloro cuando me he percatado del atardecer al salir del trabajo. Un ocaso de cielo rasgado por arañazos rosas, azules y naranjas, entre algodones de Halloween. Y fue caminando hacia la luz, atraída como una mosca a la miel, paré ante una compañera que estaba mirando el móvil, diciéndole:
- Maravilloso atardecer, ¿verdad?.
- Si, pero mi móvil no saca fotos buenas- respondió sin apenas levantar la vista de la pantalla.
Centré la cámara y saqué una foto estupenda, yendo al coche riéndome de la humanidad, incluida yo en esa ecuación. -¡Mira que somos imbéciles! A veces nos perdemos en nosotros mismos-
Cuando conducía hacia casa he recordado que además de la sexy caída del sol de hoy, ha habido dulces. Muchos dulces.
Dulce de chocolate. Los abrazos que me he dado con mi equipo al llegar a la ofi. Es un lujo trabajar con ellos, me encanta gastarles bromas, y que me las gasten a mí. Además de retarles y conseguir que crezcan como líderes. Aunque lo mejor son los achuchones y los buenos días de reír hasta echar agüilla por los ojos.
Dulce de menta . Lo he saboreado al recibir una llamada de un compi, para solo comentarme que prefiere oír mi voz que escribirme, que se parte cuando me pongo quejica por lo injusto que es el mundo.
Dulce de fresa. Cuando la cantinera me ha dicho que el plato que me había preparado hoy, era más completo, que por fin estoy comiendo mejor, y que eso hace que tenga mejor cara.
Dulce de coco. Al cruzarme con una chica que tiene un gran corazón, que me cuenta como evoluciona en su vida, que se atreve a atreverse, que me confiesa lo que no confiesa nadie, que confía y a la que me encanta escuchar. Aunque la guinda de este dulce ha sido el abrazo que me ha pedido, para posteriormente enviarme un whatsapp agradeciéndome que estoy ahí, cerca.
Dulce de bizcochito. Al llegar a casa Pablo se colgó de mi cuello porque hoy estaba malito. Se puso en modo bebé, y yo me derretí, porque incluso llegué a sentir ese olor característico de recién nacido. Tiene gripe, mamitis y yo pablitis. Todo junto se convirtió en un abrazo de pegatina.
Dulce de Gintonic. Momento macarra que ha ocurrido en el coche y he de confesar que a veces soy un poco así. La cosa ha venido causada por el atasco en el que estaba inmersa. Poniendo waze, situad en el carril de la izquierda, con 5 cms de separación entre hocicos y culos de coches, decidí cambiar de ruta cuando quedaban 250 mts para la próxima salida. O sea, o hacia un cerrojazo, o bye bye cena a las 21:00. Pues un humano unos 25 años más joven que yo, no me permitió girar al carril de la derecha en 3 ocasiones. En la ultima le miré con ojos de laser, y logré pasar justo tras él. Cuando pude colocarme a su derecha, no me resistí a mirar entre los cristales haciendo una mueca típica de niña idiotis. Esto me ha hecho soltar varias carcajadas, mientras cogía un super atajo poco transitado.
Y el chupito de fiesta final, ha sido sentarme en el sillón a escribir esto, me encanta escribir. Y me encantan las personas, incluso los conductores jóvenes.