Con mi trompita casi extendida porque me costaba respirar, vi por la ventana del bus, un cartel en el que se leía “Los Belones”, mi reacción fue dar un salto alado, porque no íbamos camino de Cartagena, sino a Cabo de Palos. Alaymedia con su trompita babeando, ebria aún, ni se dió cuenta que nuestro autobús era otro. Es decir, no pagamos y nos equivocamos. Muy humanoide esto, ¿verdad?
Cuando paró cerca del faro, justo donde ponen el mercadillo de los domingos, revoloteamos hasta llegar a una terraza llamada Papaya. Si servían esa fruta celestial, ya sabría donde tener a mis larvitas. No encontré nada parecido, pero si una tarta llamada Muerte por Chocolate. Allí eché todo lo que tenía dentro. En la mesa 9 exactamente. Nadie se percató, porque estaban de chachara, hablando sin parar con la dueña, que parecía una maestra de ceremonias. Allí deje a todos mis pequeños, que acabaron en el estomago de un señor con camisa estampada de manga corta. (Odio este tipo de camisas, por cierto, yo soy de manga larga, y en verano remangada)
Los perdí. Todas mis mosquitas se perdieron en el aparato digestivo de un humano con mucho vello corporal. Entristecí, y pensé en la estupidez humana. A veces quedaba ensimismada con ellos y en ocasiones los mataría a todos.
Creo firmemente, que cuanto más conscientes son de lo que son, más crece su estupidez. Cuando el humano se cree el amo del mundo, odio su especie. Cuando el humano construye destruyendo, odio su especie. Cuando el humano permite a otros humanos irrumpir en la naturaleza para enriquecerse, odio su especie. Cuando el humano perturba el medioambiente para su comodidad, odio su especie.
Pero también veo personas, personas entrañables, con un gran corazón, que ayudan desde la humildad, sin ser un Gandhi o una Teresa. Son personas azúcar, así las llamo yo. Son dulces y resistentes. Son blancas y casi casi transparentes. Se las ve venir, y a todo el mundo agradan. Sientan bien en cualquier plato, incluso en un pisto manchego. Dan sabor e intensidad a cualquier menú, incluso al más soso. Esas personas hacen que tenga esperanza para mis larvitas perdidas, y también para el resto de especies que conozco. Algún día alguna persona azúcar gobernará en Alemania, en US, en UK, en España…y poco a poco, la especie humana formará parte del mundo que industrializó, pero de manera natural, respirando junto al resto de seres vivos, sin bombonas de oxigeno, solo dejándose llevar por la vida en si misma.
Mientras respiraba tras un parto de 435 hijos, vi rodar una cabeza bajo la mesa 9, y ahogarse un zumbido. Alaymedia decapitada, Alaymedia muerta, espachurrada por las manos de un niño con polo con caballito de color rosa. Justo sonaba la canción de David Bowie Space Oddity, y yo intenté llorar como había visto en la peli japo Your Name, pero soy una mosca, no puedo. Pero si puedo entristecer hasta dejar secas mis alas, si puedo pensar que la vida puede acabar en cualquier momento, que soy una simple mosca, que no le importo al resto del reino animal.
A excepción de las lágrimas, mi vida es igual que la humana. ¿ mas corta? Si. ¿Igual de frágil? También. Todo puede cambiar en un instante, y mi dolor por Alaymedia era bestial, cada segundo la echaba de menos, sin entender como de injusta es la vida. Ahí entendí el nombre de ese postre maldito, ese postre de muerte por chocolate.