Soy un paquetito de Amazon.
Es cierto que hoy me observaba y pensaba en voz alta: ¡Qué paquete soy!
Cuando mi hijo contesta: ¡De Amazon mami, de Amazon!
Entonces me visualicé viajando en una furgoneta vestida con ropa marrón clarita y con una pegatina en la espalda hacia mi destino final. Solo tienes que dejarte llevar, hacia lo que está escrito. Pero no es tan sencillo, hay muchas curvas, ya sabéis, rotondas infumables, que hacen que todos los paquetes se vayan hacía la derecha, y por mucho que intentes agarrarte fuerte, te lleva la fuerza centrífuga. También hay baches y bandas sonoras, que te hacen menear tu interior, te sacan de tu zona de confort, te desordenan, a veces a un lugar de crecimiento, a veces a la frustración.
¿Y en eso consiste la vida de un paquete? Que va… Eso es solo lo que no controlas, solo lo que trae tu viaje en la furgo, lo demás lo creas tú. Sólo tienes que mirar por el parabrisas del conductor. Cuando ese conductor con su uniforme impecable y sudoroso, baja la ventanilla y de repente huele a césped, a pollo asado, a churros, a perfume, a crema solar, a verano. Y sólo quieres sacar una parte de tu envoltura para sentir más y más. Y de repente ves moverse las nubes en el cielo, las ramas de los árboles, los bichitos suspendidos en el aire. También oyes al fondo ladridos, pajaritos, el claxon de alguien nervioso en su coche, timbres, aperturas de puerta, la canción Sympathy for the Devil de los Rolling, un “nos vemos mañana”, o un “que tengas un buen día” .
Podría considerar un error el hecho de mirar fuera de tu círculo seguro, fuera del vehículo. ¿Es un error o es vivir más allá del puro sobrevivir? A pesar de mantener mi pegatina hacia un destino que todos tenemos, deseo quitarme el envoltorio, mostrarme tal cual, quiero sentir todo lo que hay fuera de la manera más sencilla y disfrutona posible.
Quiero seguir siendo lo que soy, pero quiero salir de la furgo antes de Black Friday.